A Sean O’Malley le preguntaron una vez cuál era su secreto para ganar. La respuesta sorprendió por su simpleza, pero también por su profundidad. No habló de talento natural ni de golpes espectaculares, sino de disciplina y confianza en uno mismo. Para él, ganar no empieza en la jaula, sino mucho antes: en cada día de entrenamiento, en la constancia y en la capacidad de levantarse tras una derrota.
“Perder dos veces no significa que estés acabado”, suele decir. “Significa que todavía no encontraste la manera correcta de resolverlo”. Esa mentalidad es la que lo distingue. No se obsesiona con el pasado, sino que lo usa como combustible para mejorar.
Intentar resolverlo uno mismo, analizar qué salió mal y corregirlo, es la base de cualquier victoria. O’Malley asegura que cada derrota fue un aprendizaje disfrazado, y que sin ellas no habría llegado a ser campeón.

Su secreto, entonces, no está en un golpe mágico ni en un truco oculto. Está en no rendirse, en confiar en el proceso y en creer que cada nuevo intento es una oportunidad para brillar. Porque al final, ganar es nunca dejar de intentarlo.