La noche del UFC 319 marcó un punto de inflexión en la historia de las artes marciales mixtas: comenzó la era de Khamzat Chimaev. El checheno, ahora nacionalizado en Emiratos Árabes, ingresó al octágono envuelto en la bandera de su nuevo país y acompañado por Arman Tsarukyan.
El público lo recibió con una ovación que anticipaba lo inevitable. Y así fue: se impuso de manera categórica a Dricus du Plessis, destronándolo como campeón de peso medio con una decisión unánime contundente (triple 50-44).
Desde el primer segundo, Chimaev impuso su plan: derribo inmediato, control absoluto y castigo constante en el suelo. Aunque sus golpes no parecían de nocaut, su presión fue asfixiante. Round tras round, llevó al sudafricano al piso, buscando posiciones dominantes, crucifijos y combinaciones de codazos. Du Plessis intentó resistir, incluso conectó manos peligrosas en el quinto asalto y rozó un mataleón, pero nunca logró revertir el guion.
Al final, el checheno batió récords de golpeo en el suelo y confirmó lo que muchos ya intuían: su dominio es total. “El cinturón es para mi país, no para mí”, dijo tras la victoria. Du Plessis, noble en la derrota, lo reconoció: “Fue como una sábana, imposible salir de su control”.