Conor McGregor volvió a encender el mundo de las artes marciales mixtas con una declaración explosiva. El excampeón irlandés, conocido tanto por su talento en el octágono como por su habilidad para generar titulares, aseguró que solo subiría a pelear en el histórico evento que UFC planea en la Casa Blanca a cambio de una cifra descomunal: 100 millones de dólares.
Lejos de conformarse únicamente con el dinero, McGregor agregó otra condición poco común: solicitó 100 “visas doradas” para él, su familia y sus amigos más cercanos. Estas visas, que otorgan residencia en Estados Unidos a cambio de inversiones significativas, forman parte del extravagante pedido con el que el peleador busca garantizar no solo un contrato millonario, sino también beneficios para su círculo íntimo.

El anuncio rápidamente generó repercusión en redes sociales, donde fanáticos y analistas se preguntan si UFC estará dispuesta a cumplir con semejantes exigencias. La organización presidida por Dana White planea hacer de este evento un espectáculo sin precedentes, pero las pretensiones del irlandés parecen ir mucho más allá de lo habitual en el deporte.
Como suele ocurrir con McGregor, sus palabras dividen al público: ¿puro show mediático o una negociación real que podría cambiar la historia del UFC?