Sean Strickland abrió su corazón, se mostró como nunca antes, y brindó detalles escabrosos de su infancia. El flamante campeón de la división de peso medio de UFC repasó en diálogo con The Sun la cruda historia de vida que le tocó transitar y cómo encontró en las artes marciales la ayuda necesaria para sanar interiormente.
La frustración y el enojo iban de la mano. Strickland era un hombre cargado de negatividad producto de la mala influencia. “Estaba realmente enojado. Estaba tan enojado que de hecho pasé por esta extraña fase neonazi y supremacista blanca cuando era más joven”, confesó con sentimiento de culpa.
«Me echaron de la escuela por crímenes de odio, como toda esta locura. Estaba enojado y tenía muchas influencias jodidas en mi vida que me hacía sentir tan bien odiar algo. Caminaba por la calle con un cuchillo o una piedra con la esperanza de matar a alguien», agregó sobre esa etapa oscura de su vida.
El luchador de 32 años se muestra arrepentido de todo lo vivido y valora este presente alejado de aquello que lo cegó por completo. Su abuelo, gran responsable en su conducta agresiva, lo marcó para siempre. «Él era como un gran pedazo de mierda. Pero cuando eres niño no ves eso, la adoración a los héroes. Él simplemente me llenó la cabeza con cosas locas”, recordó.
«Estás en séptimo grado hablando sobre los nazis y ni siquiera sabes qué carajo significa eso. Pero lo escuchas de alguien a quien admiras y esa identidad me consumió. Dibujar esvásticas yendo a la escuela, como si supiera qué carajo era eso”, señaló.
Sean Strickland tuvo un entorno tóxico que lo llevó por el mal camino
Su padre era alcohólico, y su abuelo racista. Imposible abstraerse de ese entorno tóxico, doloroso y lastimoso. Strickland lo recuerda y se retuerce. “Siempre bromeo sobre mi infancia y digo que no la reviviría ni por mil millones de dólares. La Navidad fue buena, durante aproximadamente una hora, antes de que comenzara a beber. Siempre bromeo diciendo que si puedes esquivar una botella de cerveza, puedes esquivar un puñetazo”.
El deporte ayuda. Sana, reconstruye. Y Sean Strickland lo agradece después de haber conseguido el tan preciado cinturón ante Israel Adesanya. “Cuando eres racista, no avanzas en la vida. Estás jodido, hombre. Ser racista no tiene ningún privilegio, así que a mi abuelo le tuve resentimiento durante la mayor parte de mi vida”.
“Fue la primera vez en mi vida, Me emociona solo hablar de ello, que sentí felicidad. A partir de ahí quedé enganchado. Si no fuera por esto (las MMA), probablemente habría terminado en una celda de prisión“, valora.
Y completa: “Gracias a Dios por el abuso infantil, vamos trauma infantil, gracias por los recuerdos reprimidos. Maldito papá, lo supiste todo el tiempo, eres genial, todos estos años de abuso. Realmente me hiciste el hombre que tenía que ser hoy. No lo sé, solo estoy feliz porqué este mundo aún tenga lugar para personas como yo”.
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